Se tiene la idea de que, dentro de la historia del arte, son pocas las mujeres que lograron destacar; sin embargo, a lo largo de la historia han existido grandes artistas, no solo en la pintura, sino en todas las disciplinas. Muchas de ellas tuvieron que enfrentar situaciones de adversidad por cuestión de género como no ser admitidas en academias, el rechazo social, estar imposibilitadas de colocar o vender su obra —a menos claro de que lo hicieran con un seudónimo que las hiciera pasar por un hombre—, y, en casos más extremos, terminar en un psiquiátrico o en un convento. A pesar de todo esto ellas lograron producir obras que hasta la fecha siguen vigentes, por eso es de suma importancia rescatarlas del olvido y restituirles su lugar en la historia del arte.
Por ejemplo, en el caso de la pintura podemos irnos hasta el Barroco en el siglo XVII, momento en el que comienza a cobrar una mayor importancia la pintura de caballete y facilita a la mujer tener mayor acercamiento a la producción de obra, ya que podían hacerlo desde lo privado donde la sociedad las ubicaba. De esta época podemos destacar dentro de muchas otras a Artemisia Gentileschi o a Louise Moillon y de ese mismo siglo a Clara Peeters o a Judith Leyster del Siglo de Oro Holandés.
Así podemos hacer un recorrido desde entonces hasta la actualidad por todas las corrientes artísticas dándonos cuenta de que son más de las que podemos imaginar, y en muchos casos estas mujeres no solo produjeron obra, sino que fueron miembros activos de los movimientos generando nuevas influencias artísticas.
¿En dónde radica la importancia de conocer a estas artistas y su obra y darles el lugar que les corresponde en la historia del arte? El arte no es únicamente un objeto ligado al goce estético, el arte es un organismo vivo que nos puede contar muchas cosas de la época en que han sido producidas, revisando las obras de estas mujeres podemos entender, desde la mirada femenina, los procesos sociales e históricos a los que la sociedad se ha enfrentado, así también cómo estas mujeres con su trabajo y tenacidad han ido colaborando con la transformación del discurso femenino, y poco a poco cómo los entramados sociales han ido abriendo más puertas y oportunidades para que exista una mayor equidad entre géneros.
Así que podemos tomar sus obras como documentos históricos que han dejado una huella indeleble, lo único que hace falta es precisamente voltear a ver esas huellas. Esos discursos que han dejado plasmados en todas las corrientes artísticas nos han de servir para entender todo lo que ellas enfrentaron y cómo cada una fue poniendo su granito de arena para que hoy pueda existir una base más sólida para fundamentar nuestros discursos. Entender por qué en muchos casos ellas aparecen como protagonistas veladas de sus obras, como en el caso de Gentileschi que a las mujeres de sus cuadros les pintaba su rostro, o por qué en el caso de Hilma af Klint que tiene obra abstracta anterior a la de Kandinsky decide ocultar su obra y pide que sea expuesta hasta después de su muerte, todos estos son ejemplos de lo que paulatinamente iremos descubriendo para ver cómo este ideal del eterno femenino se ha ido transformando.
Por lo tanto, poco a poco iremos viendo los diferentes periodos del arte para darnos cuenta de que son muchas artistas las que han quedado relegadas, esto con dos objetivos, primero ir conociendo a estas grandes artistas y en segundo lugar descubrir qué nos cuentan sus obras y ver la historia desde otra mirada.
La mujer siempre ha tenido una gran presencia en el arte, conozcamos sus nombres y no estemos sujetos a los cánones que nos han sido impuestos por diferentes circunstancias. Démonos cuenta de que en el impresionismo es tan importante la obra de Monet como la de Berthe Morisot. El arte de todos es relevante sin importar el género de quien la produce.