La ONU Qatar Arabia Saudita y Cuba condenaron los recientes ataques israelíes contra Gaza
y Líbano, pese a los acuerdos de alto el fuego vigentes. La ONU expresó preocupación por
la muerte de civiles y advirtió que los bombardeos muestran la fragilidad del pacto. Qatar
calificó la ofensiva como peligrosa escalada regional.

Arabia Saudita criticó las continuas violaciones israelíes y rechazó la reciente visita del
primer ministro Benjamin Netanyahu al Golán ocupado. Cuba acusó a Tel Aviv de actuar con
impunidad y violar el derecho internacional. En Bruselas, el primer ministro palestino
Mohamed Mustafá pidió responsabilizar a Israel por la destrucción causada en Gaza.

El líder palestino destacó avances en reformas internas destinadas a fortalecer a la
Autoridad Nacional Palestina y respaldar la solución de dos estados. También solicitó
apoyo internacional para la reconstrucción. En paralelo, Washington anunció la venta de
F-35 a Arabia Saudita, gesto observado atentamente por Israel.

El gobierno del enclave palestino denunció que Israel permitió el ingreso de sólo 3 mil 230 camiones con ayuda humanitaria a la Franja de Gaza entre el 10 y el 31 de octubre, lo que representa apenas 24 por ciento de lo acordado en el pacto impulsado por Estados Unidos. El acuerdo contemplaba 13 mil 333 unidades.

De acuerdo con las autoridades gazatíes, sólo 115 de los mil 100 camiones de combustible previstos pudieron ingresar, lo que afecta gravemente el funcionamiento de hospitales, panaderías e instalaciones básicas. Gaza pidió a la comunidad internacional y a los países mediadores presionar a Israel para cumplir los compromisos asumidos en el alto el fuego.

La defensa civil informó que desde la tregua ha recuperado unos 500 cadáveres entre los escombros, mientras miles de cuerpos continúan sepultados. The Guardian calificó las labores de rescate como una de las operaciones más arduas de la guerra moderna.

Desde que Israel y Hamás firmaron la primera fase del acuerdo de paz el 9 de octubre de 2025 —respaldado por Arabia Saudita, Egipto, Catar y Turquía—, Donald Trump ha retomado su vieja ambición de convertir Gaza en un proyecto inmobiliario estratégico. El magnate republicano, presidente de Estados Unidos, ve en la reconstrucción del enclave una oportunidad de negocio bajo el discurso de “renacer la región”.

Durante años, Trump y su yerno Jared Kushner han promovido la idea de transformar Gaza en la “Riviera del Medio Oriente”, enfocando la recuperación más en la rentabilidad que en la reconstrucción social. Sus declaraciones sobre que los palestinos “no necesitarán volver” porque tendrán “mejores viviendas” han generado malestar diplomático y críticas por deshumanizar el conflicto.

La Organización Trump mantiene múltiples acuerdos en Omán, Dubái y Arabia Saudita con desarrolladoras como Dar Global, mientras que Kushner ha recibido inversiones millonarias del fondo soberano saudí, alimentando sospechas de conflicto de interés entre la Casa Blanca y los negocios familiares. La familia Trump busca capitalizar su marca en la reconstrucción, más como consultores de lujo que como inversionistas directos.

Con la guerra concluida y la reconstrucción en marcha, Gaza se perfila como el siguiente escaparate del capital estadounidense. Pero la visión de Trump plantea un dilema: ¿es la “paz” una oportunidad para restaurar vidas o para levantar torres con vista al Mediterráneo? Detrás del discurso de prosperidad, persiste la sospecha de que la reconstrucción podría convertirse en el negocio del siglo.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó en Egipto el acuerdo de paz para Medio Oriente, que busca consolidar el alto el fuego entre Israel y Hamás con el respaldo de Egipto, Qatar y Turquía. Durante la cumbre en Sharm el Sheij, el mandatario afirmó que “la tercera guerra mundial no comenzará en Medio Oriente” y calificó el pacto como “el más grande y complejo jamás alcanzado”.

Trump aseguró que el plan contempla la desmilitarización y reconstrucción de Gaza, así como la participación de países árabes en el financiamiento. A la ceremonia asistieron cerca de 30 líderes internacionales, aunque no estuvieron presentes el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ni representantes de Hamás.

El presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi anunció una próxima conferencia sobre la reconstrucción de Gaza. Mandatarios como Emmanuel Macron y Recep Tayyip Erdogan respaldaron el acuerdo y destacaron su potencial para estabilizar la región.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó el acuerdo de alto el fuego en Gaza como “un triunfo increíble para Israel y el mundo” durante su discurso ante el Parlamento israelí (Knéset) en Jerusalén. El pacto, vigente desde el viernes, fue mediado por Washington y varios países árabes, y busca poner fin a dos años de enfrentamientos entre Israel y Hamás.

Trump afirmó que el acuerdo representa “el amanecer de un nuevo Medio Oriente” e instó al pueblo palestino a “alejarse del terrorismo y la violencia”. También aseguró que su país trabajará para consolidar una paz duradera tras la liberación de rehenes y la retirada parcial de tropas israelíes.

La visita del mandatario incluye una cumbre en Egipto con más de 20 naciones para abordar la reconstrucción de Gaza. Aunque la tregua sigue siendo frágil, Trump aseguró que “la guerra ha terminado” y prometió apoyar el proceso de recuperación regional.

La Marina de Israel interceptó el jueves a la Flotilla Global Sumud, compuesta por más de 40 barcos y unos 450 activistas que zarpó desde Barcelona con ayuda humanitaria rumbo a Gaza. Según autoridades israelíes, los participantes fueron detenidos y trasladados a puertos locales para su deportación. Entre ellos se encontraban figuras conocidas como Greta Thunberg y la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau.

Los organizadores afirmaron que el objetivo era romper el bloqueo impuesto a la Franja y visibilizar lo que califican como un “asedio ilegal”. Las transmisiones en vivo mostraron cañones de agua y luces de advertencia antes del abordaje en aguas internacionales. Varios países denunciaron la operación y exigieron garantías para la seguridad de sus ciudadanos.

Gobiernos como Turquía, Pakistán y Colombia condenaron el operativo, mientras que algunos europeos gestionan la repatriación de sus nacionales. Israel insiste en que el bloqueo es necesario para impedir la entrada de armas a Gaza.

El discurso de Benjamín Netanyahu en la ONU expuso la contradicción central de Israel: buscar legitimidad internacional mientras acumula denuncias de genocidio en Gaza. La Asamblea casi vacía simbolizó el aislamiento diplomático del primer ministro, que insiste en equiparar las críticas a Israel con ataques a Estados Unidos y a Donald Trump, un intento de blindaje político frente a una base conservadora fragmentada.

El asesinato del propagandista Charlie Kirk reveló grietas inesperadas: sectores del movimiento MAGA, tradicional sostén de Israel, ahora lo acusan de operar con métodos encubiertos. La guerra híbrida, como la describe Max Blumenthal, ya no es sólo externa, sino también interna: controlar narrativas en EE.UU. es vital para Tel Aviv, pero cada vez más difícil.

En paralelo, países europeos como Francia y Reino Unido reconocieron al Estado palestino, un gesto simbólico que desafía la estrategia israelí de borrar la identidad palestina. Aunque críticos como Ilan Pappé advierten que puede ser un “cáliz envenenado”, el reconocimiento refleja un cambio político: Occidente empieza a confrontar a Israel y, por extensión, a Washington.

La estrategia de Netanyahu enfrenta un dilema: mantener la represión militar y el respaldo de EE.UU., o aceptar que la narrativa global cambió. La Corte Penal Internacional y los nuevos equilibrios diplomáticos anticipan más presiones. No es sólo si Israel podrá sostener su ofensiva, sino si podrá seguir moldeando el relato mundial de la guerra.

Tras una noche de intensos bombardeos, las fuerzas israelíes iniciaron una incursión terrestre en Ciudad de Gaza con el objetivo de derrotar a Hamás y liberar rehenes. La operación, que involucra a tres divisiones, provocó un éxodo masivo de palestinos hacia el sur y dejó más de veinte muertos en las primeras horas, según autoridades locales.

Israel argumenta que la ofensiva busca impedir el reagrupamiento de militantes, aunque la ONU denunció posibles crímenes de genocidio. Hamás rechazó las acusaciones militares y advirtió que la incursión incrementará la catástrofe humanitaria. Mientras tanto, la comunidad internacional se muestra dividida: Reino Unido y Alemania condenaron el asalto, mientras familiares de rehenes en Israel protestan por el riesgo que implica para sus vidas.

La ofensiva refuerza la percepción de un conflicto prolongado, donde la seguridad de los rehenes, el sufrimiento civil y la legitimidad de los objetivos militares siguen en disputa. La guerra, lejos de resolverse, parece encaminarse a una nueva fase de devastación.

El gobierno de México pidió a Israel garantizar el respeto a los derechos de los siete mexicanos que participan en la flotilla humanitaria Global Sumud, que busca romper el bloqueo a Gaza. La Secretaría de Relaciones Exteriores informó que mantiene asistencia consular constante y contacto directo con los connacionales desde su partida en Barcelona.

La flotilla, integrada por activistas de 48 países, sufrió ataques con drones israelíes que obligaron a replegarse temporalmente en Túnez antes de retomar su ruta. México destacó que sus representaciones diplomáticas en la región han acompañado a la delegación y refrendado apoyo en caso de cualquier eventualidad.

La exigencia refleja la tensión entre la narrativa israelí, que tilda de “terroristas” a los participantes, y el carácter humanitario de la misión. En medio de un escenario bélico, la seguridad de los mexicanos se convierte en una prueba diplomática clave para la política exterior del país.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pidió a la población de Ciudad de Gaza abandonar la zona de inmediato, en medio de una ofensiva militar que ya derribó cincuenta edificios considerados “torres terroristas”. Según el mandatario, se trata apenas del inicio de una maniobra terrestre de gran escala.

El Ejército de Israel concentra fuerzas alrededor de la ciudad, mientras la comunidad internacional advierte sobre las consecuencias humanitarias de la operación. La decisión se enmarca en un plan aprobado en agosto para ocupar la localidad y trasladar a sus habitantes hacia el sur del enclave palestino.

Con cerca de un millón de personas refugiadas en Gaza, muchas de ellas desplazadas previamente por la guerra, la advertencia profundiza la crisis humanitaria. El dilema para la región es claro: seguridad frente a derechos humanos, una tensión que podría definir el futuro político de Medio Oriente.