El escritor Fernando Valerio-Holguín exploró en Santo Domingo la relación entre dos artes que, aunque distantes en apariencia, comparten un mismo pulso: el Tai Chi y el haikú. Durante un micro taller en el Parque Iberoamérica, mostró cómo los movimientos lentos y conscientes de la práctica marcial dialogan con la brevedad poética de tres versos que capturan instantes de contemplación.
Ambas expresiones nacidas en Asia en el siglo XVII invitan a detener la prisa. El Tai Chi encarna la respiración y la conciencia del cuerpo en el espacio, mientras que el haikú traduce esa misma atención en palabras precisas que celebran lo efímero. En un mundo dominado por la aceleración y la dispersión, Valerio-Holguín recupera el concepto de “duración” como tiempo pleno, donde gesto y palabra se hacen eternidad.
Así, la unión de estas disciplinas revela una filosofía común: habitar el presente con calma, belleza y contemplación. Un recordatorio de que la verdadera riqueza no está en acumular instantes, sino en vivirlos con intensidad silenciosa.
