El ejército israelí inició una ofensiva terrestre para ocupar la Ciudad de Gaza, donde viven más de un millón de personas. Tras varios días de intensos bombardeos y artillería, tropas se establecieron en las afueras de la urbe, obligando a cientos de palestinos de barrios como Zeitoun y Sabra a huir hacia zonas del noroeste.
El secretario general de la ONU, António Guterres, reiteró su llamado a un alto el fuego inmediato, advirtiendo que la operación causará “inevitablemente” más muertes y destrucción. Sin embargo, Israel insiste en avanzar con su plan de control total pese a la presión internacional y las críticas a la magnitud de la ofensiva.
El éxodo de familias palestinas refleja la crudeza de un conflicto que parece no tener freno. La tensión entre los objetivos militares de Tel Aviv y la necesidad humanitaria de proteger civiles revela, otra vez, la distancia entre la política de guerra y el derecho a la vida.
