En el corazón del Barrio Chino, Dolores 54 se transformó en un santuario de penumbra y silencio. Bajo la luz temblorosa de velas largas, la artista visual Andrea Ibarra presentó El ritual de no extinguirse, una exposición que convierte la memoria en un acto de resistencia poética.
Once fotografías en blanco y negro habitaron el espacio como respiraciones detenidas. En ellas, Ibarra trabaja la fotografía análoga no desde la técnica, sino desde la emoción: el grano se vuelve piel, la sombra se convierte en tiempo. Cada pieza dialogó con textos escritos por mujeres creadoras, tejiendo una red de memoria compartida y sororidad artística.
La muestra incluyó un cortometraje en Súper 8, donde el agua, el fuego y la respiración crean una danza entre imagen fija e imagen viva. Más que una exposición, El ritual de no extinguirse fue una ceremonia colectiva que recordó: existir también es no dejar que la luz se apague.
