El rostro de las mujeres en la pintura
Entre los siglos XVI y XIX el lugar de estudio y desarrollo de las mujeres era en la casa, el convento y, en algunos casos, en colegios para señoritas. Esta situación las dejaba en clara desventaja, ya que su preparación nunca podía ser semejante a la de los hombres. Por ejemplo, una artista de la talla de Artemisia Gentileschi no podía acceder a estudiar en la academia de arte por ser mujer. Esta situación social colocaba a los hombres en el ámbito de lo exterior y a las mujeres en el interior, y determinaba la diferente manera de ver a unos y a otras. Una manera de percibir estas diferencias es cuando las artistas pintan sus propios rostros mostrándonos la manera en la que ellas se ven y también como querían ser vistas.
En este periodo las artistas comienzan a pintar sus rostros en las protagonistas de sus obras, por un lado, porque eran los que tenían a la mano en su privado mundo, y, por el otro, como catarsis y denuncia de los hechos de sus vidas. Para ello resultaba importante la idea de sobreponer sus propios rostros en los personajes que actúan como ellas desearían actuar.
Pongamos como ejemplo el cuadro de “Judith decapitando a Holofernes” pintado por Gentileschi donde su rostro aparece como el de Judith, una mujer que no es consumida por la venganza, sino que arriesga su vida por la libertad de su pueblo; con este cuadro muchas veces catalogado como excesivamente violento, Artemisia reclama justicia ante la violación que sufrió en manos de su maestro Agostino Tassi.
Ver los rostros de estas artistas nos da entrada a visualizar cómo se veían a sí mismas, plasmándose en sus obras encontraron un medio para demostrar su existencia, al mismo tiempo que resulta un mecanismo de auto observación. Al hacer un análisis de su papel social como mujeres se daban cuenta de que necesitaban cambiar, así como demostrar a través de imágenes que eran capaces de posicionarse y desarrollarse de diferentes maneras y en todo tipo de espacios. De ello resulta un proceso para expresar y marcar un cambio en la forma de verse y ser vistas. Estas obras son huellas del arduo camino de la transformación de los paradigmas que han relegado a la mujer en la búsqueda de un mundo con mayor equidad.
No solo Gentileschi ha dejado su rostro plasmado para la posteridad, artistas como Clara Peeters (una de las iniciadoras del género del bodegón), Dora Maar, Frida Kahlo, María Izquierdo, Remedios Varo entre otras tantas han dejado cuadros con sus rostros y con sus denuncias y han contribuido para ir transformando la idea del eterno femenino.
Dora Maar una fotógrafa innovadora y creativa, principalmente conocida por su relación con Picasso, fue una mujer que se dio a la tarea de desafiar la idea de la mujer moderna fotografiándose a ella misma en diferentes espacios y situaciones mismos que no eran usuales para las mujeres, también nos deja autorretratos cargados de emociones que reflejan la problemática de las mujeres de su época, todo esto llevó a la gente a su alrededor, incluido Picasso, a tratarla desafortunadamente como a una mujer desequilibrada.
