mié. Dic 31st, 2025

La izquierda latinoamericana enfrenta su propio desencanto social

Hace apenas un año, América Latina parecía teñida de rojo. Gobiernos de izquierda ocupaban el poder en México, Brasil, Chile, Colombia, Argentina y otros países. Hoy, la oleada se despinta. En Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia, el péndulo gira hacia la derecha; en Colombia y Chile, Gustavo Petro y Gabriel Boric cierran su mandato con índices de aprobación críticos. Solo López Obrador conserva fuerza al final de su ciclo.

El desgaste tiene explicación económica y emocional. Los gobiernos progresistas lograron redistribuir riqueza, pero no expandirla. Mejoraron la vida de millones, pero con un “pastel” que dejó de crecer. Los límites fiscales, la inflación y la fuga de capitales minaron los logros iniciales. Aun con subsidios y aumentos salariales, el estancamiento económico y la inseguridad cotidiana erosionaron la confianza popular.

El gran dilema de la izquierda regional sigue siendo reconciliar justicia social con crecimiento sostenido. Sin inversión ni empleo, la redistribución se vuelve insostenible. Esa fatiga económica y simbólica ha abierto espacio para nuevos populismos “inversos”: líderes de derecha que capitalizan la frustración y la rabia, apropiándose del lenguaje del descontento que antes pertenecía a la izquierda.

La paradoja es que los votantes que exigieron igualdad ahora buscan estabilidad, aunque venga envuelta en autoritarismo. La oleada roja no ha desaparecido, pero enfrenta su límite más profundo: el de las expectativas que no logró cumplir, y la urgencia de reinventarse para no volverse parte del desencanto que prometió transformar.