El empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, ha intensificado su ofensiva contra la Cuarta Transformación justo cuando enfrenta su momento financiero más crítico. Con juicios fiscales que superan los 30 mil millones de pesos, el magnate ha desplegado una estrategia mediática que combina populismo digital, confrontación política y victimismo empresarial, presentándose como el “anticandidato” del sistema que lo enriqueció.
A través de sus propios medios, Salinas promueve encuestas y entrevistas que lo posicionan como presidenciable rumbo a 2030, mientras crea el Movimiento Anticrimen y Anticorrupción (MAAC), un frente opositor con figuras de TV Azteca y analistas conservadores. El discurso es claro: denunciar a Morena por “dictadura comunista” y ofrecerse como defensor de la propiedad y la libertad.
Sin embargo, el impulso político coincide con un cerco judicial que podría golpear su imperio. En México, el SAT mantiene abiertos procesos por evasión fiscal, y en Estados Unidos un juez ordenó a TV Azteca desistirse de amparos. En medio de estos reveses, Salinas intenta reposicionarse como empresario perseguido, construyendo un relato de resistencia frente al Estado.
Detrás del personaje del “Tío Richie”, irreverente y provocador en redes, se perfila una jugada política y mediática. Su aparente cruzada moral podría ser más una estrategia de autoprotección que una aspiración real de poder. Lo cierto es que su guerra con el gobierno redefine la frontera entre dinero, medios y política en México.
