El texto contrapone el encanto de España e Italia con un entorno europeo crispado: guerra en el vecindario, retórica bélica en Bruselas y tensiones sociales en Reino Unido. En paralelo, Estados Unidos vive un pico de polarización que encarece la conversación pública. El “allá” luce menos idílico cuando el contexto geopolítico aprieta.
El argumento central no idealiza a México, pero sí reivindica una ventaja comparativa: conocer el terreno, sus códigos y redes. En un mundo volátil, la información local reduce incertidumbre y permite decisiones más racionales. La “independencia relativa” —mercado grande, familia, comercio abierto y márgenes de expresión— aparece como activo.
El contraste funciona por sustracción: si Europa suma riesgos externos y el eje anglosajón profundiza su división, México puede ser opción razonable para perfiles con anclajes profesionales y comunitarios. No es negación de problemas —violencia, desigualdad, instituciones incompletas—, sino balance entre riesgo sistémico y agencia personal.
La conclusión invita a una evaluación individual: migrar no es escapatoria mágica, quedarse tampoco es resignación. Se trata de ponderar seguridad, proyecto laboral y horizonte cívico. En ese triángulo, México ofrece todavía palancas de cambio desde abajo. La pregunta abierta: ¿dónde hoy puedes influir más en tu propio destino?
