El expresidente López Obrador construyó buena parte de su narrativa en torno a la idea de haber erradicado el “huachicol arriba y abajo”. Sin embargo, los últimos meses han mostrado que esa declaración se desplomó con fuerza: casos de Segalmex, Tabasco y la Marina revelaron cómo amigos, familiares políticos y militares de confianza aprovecharon la cercanía con el poder para operar redes de corrupción millonarias.
El fraude en Segalmex, que superó los 15 mil millones de pesos, fue un golpe devastador a la credibilidad de un proyecto que buscaba rescatar el campo. La elección de Ignacio Ovalle, viejo político priista, expuso la contradicción entre el discurso de cambio y la continuidad de prácticas del pasado. La “Estafa Maestra” quedó pequeña ante lo sucedido durante la Cuarta Transformación.
A ello se suma la sombra de Tabasco: la relación entre Adán Augusto y Hernán Bermúdez, quien pasó de ser secretario de Seguridad a ser señalado como líder criminal. El caso manchó la imagen del hermano político de AMLO y mostró cómo la lealtad personal superó a la vigilancia institucional. La confianza desmedida se convirtió en punto débil.
El episodio más grave estalló en la Marina: la captura del vicealmirante Farías Laguna por una red de huachicol fiscal evidenció que la militarización no blindó aduanas ni puertos. Lejos de acabar con la corrupción, la trasladó a nuevas esferas. Hoy la discusión no es solo sobre quién engañó a AMLO, sino sobre cuánto cuesta para el país la confianza absoluta de un presidente en su círculo cercano.
