El gobierno chino reaccionó con firmeza a la propuesta de México de imponer un arancel de hasta 50% a los automóviles ligeros importados desde ese país. Pekín calificó la medida como un acto de “coerción” y advirtió que afecta directamente sus intereses legítimos en el comercio internacional.
La Secretaría de Economía mexicana presentó la iniciativa al Congreso, argumentando la necesidad de proteger sectores estratégicos y atender presiones comerciales de Estados Unidos. Actualmente, los aranceles a los autos chinos oscilan entre 15% y 20%, por lo que el incremento supondría un golpe considerable al sector automotriz de ese país.
Con México consolidado como principal proveedor de vehículos para el mercado estadounidense, la medida abre un nuevo frente en las tensiones comerciales globales. La pregunta clave es si esta estrategia fortalece la industria nacional o si terminará por desatar represalias que afecten a los consumidores mexicanos.
