Más allá de partidos y cargos formales, en México operan grupos de poder que influyen en la política a través de lealtades, vínculos regionales y trayectorias compartidas. El histórico Grupo Atlacomulco, que controló el Estado de México por décadas, perdió su hegemonía tras la llegada de Delfina Gómez, dando paso al ascenso del Grupo Texcoco como nueva fuerza dominante en la entidad.
En la Ciudad de México, el Grupo PAN-CDMX ha consolidado influencia en el partido y en la política capitalina, pese a los señalamientos por el “Cártel Inmobiliario”. Figuras como Jorge Romero y Santiago Taboada han tejido redes que resisten derrotas electorales y sostienen presencia estratégica en el blanquiazul nacional.
El Grupo Tabasco, cercano a Andrés Manuel López Obrador, mantiene peso federal y local pese a divisiones internas entre corrientes encabezadas por Adán Augusto López y Javier May. La disputa se ha agudizado por escándalos que tocan a exfuncionarios de alto perfil, sin debilitar del todo su estructura política.
Mientras tanto, El Yunque busca resurgir con una agenda ultraconservadora a través del partido México Republicano, retomando vínculos con redes internacionales de derecha. Este reacomodo de fuerzas refleja que, aunque cambien rostros y contextos, las redes informales continúan moldeando la vida pública mexicana con estrategias de largo alcance.
