Estados Unidos e Irán iniciaron en Roma su quinta ronda de negociaciones nucleares, centradas en limitar el enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de sanciones. Washington exige detener todo enriquecimiento, mientras Teherán insiste en mantener su programa dentro del país.
Aunque se barajan soluciones intermedias, como crear un consorcio regional para suministro controlado de uranio, el gobierno iraní se muestra reacio a ceder soberanía. La situación se complica con las amenazas de Israel y el desplome económico en Irán, que ejerce presión interna sobre su liderazgo.
Pese a la retórica dura, ambas partes necesitan el acuerdo: Irán, por razones económicas y de estabilidad interna; Estados Unidos, por evitar una escalada nuclear en Medio Oriente. Sin embargo, el estancamiento revela lo frágil que sigue siendo la arquitectura de no proliferación global y la incapacidad de la diplomacia tradicional para frenar conflictos cada vez más interconectados.
