Desde México hasta Colombia, diversas iniciativas buscan revertir la crisis de biodiversidad que enfrenta América Latina. En el Día Internacional de la Diversidad Biológica, científicos y comunidades coinciden en que proteger especies clave como ajolotes, tapires y árboles gigantes no solo es urgente, sino posible con voluntad colectiva y políticas sostenidas.
En Xochimilco, el emblemático ajolote casi ha desaparecido del ecosistema. Proyectos como Chinampa Refugio buscan restaurar el hábitat lacustre, mejorar la calidad del agua y recuperar la agricultura sostenible, en alianza con pobladores locales. El éxito depende de integrar conocimientos científicos y tradicionales para salvar esta especie emblemática.
En Perú, comunidades amazónicas organizan bancos de semillas para conservar especies maderables como el tornillo o la caoba, bajo prácticas que combinan economía local y reforestación. Y en Colombia, el tapir es reconocido como “arquitecto del bosque”, esencial para mantener los corredores biológicos en ecosistemas cada vez más fragmentados.
Estos esfuerzos nos confrontan con una realidad: la biodiversidad es nuestra mejor aliada frente al colapso ambiental, pero seguimos actuando como si fuera un recurso prescindible. Proteger la vida silvestre es también proteger nuestro futuro. Participar, informarse y apoyar estos modelos de conservación desde lo local puede marcar la diferencia entre un legado biológico preservado o un vacío irreversible en el equilibrio natural del planeta.
